Veo
en tus ojos una extensión de lagos y de abismos
Hay
tristeza de llanto en tu negra cabellera honda
Saltos
y gritos vagando por calles cerradas
Parque
y escenarios por los cuales solías pasar.
Hoy
he visto tu canto despertar en alta algarabía
Las
siniestras locuras descendieron como locas
De
tus rosa bellas intactas, de tu cuello encarcelado
Flor
del silencio en medio de la espuma.
Tu
cabello se enreda en la ciudad inundada de esta brisa
Del
viento surgieron voces y recuerdos
Olvido
mentiroso en las ventanas dormidas, reflejos de nadie
El
cielo luminoso quiere tu negra cabellera.
Abrías
los ojos, cerrabas la entropía, bajabas a la tierra
Ante
el aborto de esa melancolía de sangre
Lo
amado como un caballo salvaje, fuerte, oscuro
Explotando
en lluvias claras como ángeles.
Dormida
sola en tu habitación, alcanzada
Por
fugaces y valientes luciérnagas venenosas
Nublados
paisajes aliviados y cubiertos
Por
tus hojas secas, tus hojas de invierno
Tus
manos que se extienden como raíces de roble.
Si
pudiera, solo eso lograba tejer ante mi sombra
Vencido
por mi ineptitud de mortal polvo, ante la espesura
De
tus praderas. Solo quería abrir las viejas puertas
Las
puertas de madera que respiran cencías condenas
Ancestrales
sepulcros y memorias y limbos.
Has
llamado a mi oscuro cuerpo infectado de palpitación
Has
sentido quebrarse mi pecho enfermo
Te
acongojaste ante la densidad de mis venas
La
frágil canoa de mi alma se incendiaba.
De
tu larga cabellera negra, de tu pelo de origen
Solo
tu bordaste un abrigo para desamparados
Su
grito abrió cárceles y prisiones, el abismo perseguido
Por
tus ojos negros, como la noche y su estancia.
Todo
lo sentiste con un acorde desmedido
Tocaste
mi suciedad y la hiciste ceniza
Cenizas
de algo perdido por la vida en los puentes
El
lamento del aire empapado por aguas turbias
Pedazos
de gozo que ignoran entre ríos la lejanía del mar
Y
viviendo en un cristal opaco y lleno de bruma.
Allí
te espero como un árbol en la tierra seca
Mi
vitalidad vegetal implora agua, la luz de una lámpara, el viento
Mientras
un felino devora su víctima en mis ramas
Y
siento un tibio correr de cosas que no fueron.
Allí
me veras, en el descenso, en la precipitación, desclavado
De
la tierra, en las paredes y rectángulos del horizonte
En
la ebria constelación de los huesos y estrellas
Donde
flota el amarillo silencio de los pájaros
Parado,
alcanzando la punta de la nieve en tus manos
Del
alba rica y feliz que tu llamas fuego.
Has
corrido en busca de una soledad más sola, más pura
Por
otros paraísos arremetiendo la realidad impía
Llamaste
a mi puerta, golpeaste a mi puerta
Y
detrás: una llama sorda y sin ceniza.
Tomado del libro inedito "Rampant", cuya autoria es mía.
Tomado del libro inedito "Rampant", cuya autoria es mía.
Comentarios
Publicar un comentario