Cuando la ternura se me escapa
sola, toda, y risueña
como la noche que toca el cielo con un desparramamiento de estrellas
y aún necesita
le sucede más en el fragor de la imaginación
es inevitable
cuando te rozo perdidamente con mis manos
napoleónicas por querer verle la esperanza al invierno
pero me quedo corto
eternamente corto
como estas caricias
y estos besos que salen disparados de mis labios
más hijos del sudor
bebiendo de la sangre que alguna vez alimento mis dudas
frente a ti
y la soledad escrita con el abecedario
de los cuerpos que se conforman con la desnudez.
Cuando la mirada es semilla, yo divido la noche
entre las palabras que le han robado al silencio una extraña
vibración
eje espiritual que marchita los misterios
del amante y el suicida
del mármol y la piedra
el corazón que se salvó por pedir la muerte anticipadamente
en un descenso
sumergido así entre el diluvio de las sienes
cuando el viento recurre al vacío para encontrarnos
como vidas de carne
y hueso
que somos
justificados por la letanía del oleaje.
Le llaman pasión
pero yo le llamo crepitación de guerra en paz con traje
robado a la muerte
y buscar en tu esencia la tenue vela
que remplazara al color
y la dicha
y la luz de los días resueltos sistemáticamente
en el olvido
quizá esa saliva opaca que va tiñendo los cristales
con el rumor del sitio en que se debe marchar
rigurosamente
sin haber llegado aun
pero yo no puedo
como no puede la lluvia dejar de llorar
y ya que la vida nace descalza
y balbuceando
yo te encontrare claramente perdido.
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